Jean-Pierre Fruit

Jean-Pierre Fruit

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Jean-Pierre FRUIT tiene algo bueno. Ha adquirido el hábito de transformar lo que ve.
Su práctica regular del dibujo, sus conocimientos y su dominio de los valores le permiten caracterizar obras tan originales como insólitas.
Su fértil imaginación le llevó a buscar grandes figuras, la mayoría de ellas definidas en blanco y negro (grafismos apoyados en lavados) como, por ejemplo, estas cabezas cornudas tomadas de unos capiteles imaginarios, ofreciendo otra visión del mundo de las apariencias y estas letras "grabadas" en soportes o estos otros números levantados en postes (de amarres) identificados como escrituras desgastadas (grafitis), testimoniando el atraque de los barcos, devolviendo así al patrimonio portuario, todo su valor.
El ojo, el nudo, subrayado en ciertas obras (como en "el búho", por ejemplo), definen una realidad cercana a un mundo extraño.
En la pintura, las ventanas rotas en los espejos multifacéticos pueden servir de pretexto. El Artista no duda en actuar frente a las posibilidades que ofrecen el azar y la improvisación. Compara y se compromete: "Formo una instalación y me inspiro de buen grado en los vegetales, los objetos diversos, los huesos o un trozo de carne" para darles otra vida. Recrea así un mundo onírico por ramificaciones y turgescencias, relieves y espacios, incluso una nueva geografía, sumergida en los meandros de una historia, ahora trazada sobre el papel.
En otros lugares, los pasteles se encienden donde las composiciones mezclan colores cálidos y fríos en plena búsqueda de su florecimiento.
Lo que cambia y se transforma se convierte así en realidad por sí mismo. Una forma original que se pone a nuestro alcance.
Es también una forma personal de concebir, de vestir un espacio con toda la extrañeza y el esplendor de las quimeras. Se podría hablar incluso de un bestiario que el Artista había previsto, considerado con toda inocencia, para ilustrar su rica visión de las cosas. Como referencia, mencionemos otras obras que se harían eco de sus propias creaciones. Mencionemos a Jérôme Bosch (Los jardines de las delicias), Pieter Brueghel el Viejo (La caída de los ángeles rebeldes), los retratos de Arcimboldo, o en : "La noche de la alegría de Enitharmon", de William Blake (que estuvo vinculado al pintor Fuseli, amante de las visiones fantásticas), el tipo de anfibio que es a la vez monstruoso y grotesco (el Fantasma de una pulga) y, más recientemente, ciertas representaciones del quebequense Davis Altmejd (el unicornio y otros monstruos e hibridaciones), o el "Búho" de Lucy Glendinning.
Como aventurero de lo imaginario, abre las puertas a la aventura fantástica e informal a través de colores y signos, valores, luces y sombras bien dominados. El hombre mismo es cálido y no duda en hablar de las "raíces" y los orígenes mismos de su inspiración. Una hermosa invitación a atreverse a salirse de los caminos habituales para conocer al Artista y descubrir este extraño mundo.

Chris CANTER-BRIENS, crítico de arte

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