Jean-Serge Seiler

Originalmente de Berry, Jean-Serge Seiler comenzó a pintar en una fecha relativamente tardía. En busca de una "nueva identidad", el proceso que lo llevó a la creación artística resultó ser un punto de inflexión esencial para él. Entre 1990 y 2001, se formó en las técnicas del óleo con Sauveur Cardonna en el Atelier de Clères, y luego con Pierre Godet en la Academia de Artes Visuales de Bois-Guillaume, donde también estudió el pastel con Daniel Caplain. Desde 2001, ha participado regularmente en el Salón de Rouen, y atrajo la atención en numerosas exposiciones regionales.
A lo largo de su carrera, Jean-Serge Seiler ha sido la demostración perfecta de que un artista puede ir al grano, y lo hace representando un mundo sintético que nos arrastra hacia una visión cósmica innovadora. Si se puede describir a Jean-Serge Seiler como un "pintor de paisajes", entonces su obra única renueva el tema en una multitud de variaciones, atrayendo la mirada hacia horizontes lejanos y profundos. Esta nueva visión del mundo plantea preguntas y no puede dejar indiferente al observador. Es totalmente coherente con la historia del arte del paisaje tal como se desarrolló en Occidente, y surge como una culminación sublime de un tema que ha cautivado a los artistas desde Patinir, el famoso artista flamenco del siglo XVI que tiene fama de haber inventado el "género del paisaje" al pintarlo para sí mismo. También tiene el eco romántico de John Constable, fascinado por la naturaleza, y de Caspar David Friedrich, el alemán que enfrentó a la humanidad con un universo que se le escapó. Sin embargo, con Jean-Serge Seiler, no hay presencia humana que se vea... El paisaje, el de nuestros orígenes o génesis, permanece vacío porque nos invita a entrar en él por nosotros mismos. Y así participamos en una interiorización de la naturaleza, una que está llamada a comulgar con el alma del observador.
Los paisajes imaginarios son conjurados en el lienzo con cada nueva creación, como si eclosionaran después de un largo período de incubación en el mundo interior de Jean-Serge Seiler. Cada pieza se convierte en la culminación de un sueño al dejar el silencioso torpor que habita su creador. Aunque de pequeña o mediana escala, sus composiciones nos dejan la extraña impresión de inmensidad. El cielo, la tierra y el agua se transmiten con fuerza y belleza en un estilo inquietante que, aunque siempre figurativo, alcanza un alto nivel de estrechez, coherente con los dibujos deliberadamente simplificados del artista, cuya intención es exaltar la realidad y conferirle un valor simbólico. La calidad onírica del lenguaje pictórico, constante en la obra de Jean-Serge Seiler, se traduce en pinceladas fluidas y en sutiles monocromías de rojos, ocres, azules o grises según el tema de cada una de sus series. Su trabajo también refleja la habilidad de representar la perspectiva atmosférica a través de la gradual difuminación de las formas, que se desvanecen en la niebla. El uso del blanco, el color sin azogue prohibido desde finales del siglo XIX, se convierte en fundamental para crear efectos de iluminación, para permitir que la pintura "respire" y para dar un poco de libertad a la imaginación. Por lo tanto, sus obras nos dan la sensación de entrar en un mundo pacificado, que es a la vez infinito y atemporal.
Insaciable explorador, Jean-Serge Seiler nos invita a seguirlo no sólo en una exigente búsqueda a nivel puramente visual, sino también en un viaje más allá del tiempo y del espacio, elementos que transmite en sus cuadros a través de la luz, que para él se convierte en sinónimo de eternidad. Su obra es una verdadera invitación a meditar sobre la condición humana y su finitud, y los elocuentes títulos de sus cuadros o series reflejan tanto su dimensión poética como la reflexión metafísica que sugieren.