Gaston Hélie
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El pintor autodidacta Gaston Hélie asistió a clases de dibujo y escultura en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal, Caen. Apasionado de la pintura desde los 17 años, y fortalecido por su larga experiencia en exposiciones regionales y nacionales (entre ellas el Salón de los Artistas Franceses y el Salón Nacional de Bellas Artes de París), este artista ha ganado a lo largo de su singular trayectoria creativa numerosos premios, que han contribuido a establecer su renombre.
A lo largo de su dilatada carrera artística, Gastón Hélie siempre ha estado impulsado por un deseo de renovación que le ha llevado a una mayor libertad tanto en la interpretación de sus paisajes (tema favorito de su obra) como en su técnica pictórica. Los paisajes que presenta no están pintados in situ, sino que están directamente extraídos de su memoria. Son visiones poéticas reinventadas que expresan reminiscencias teñidas de las emociones del pintor. Su estilo se ha vuelto cada vez más descarnado y despejado a lo largo de los años, transmitiendo la espiritualidad del sujeto mucho más allá de su simple aspecto formal. En la obra de Gaston Hélie, que se encuentra a medio camino entre la figuración y la abstracción, las referencias a la naturaleza se han vuelto cada vez más tenues y el artista nos ha llevado poco a poco de lo material a lo inmaterial, del mundo natural al mundo metafísico, del universo tangible al universo espiritual.
Si el enfoque de Gaston Hélie no es repensar el arte, entonces su reflexión sobre lo que debe expresar es profunda y extremadamente interesante. Alimentado por el pensamiento filosófico de Aristóteles de que "la función del arte no es representar lo visible, sino hacerlo", y por la idea querida por Jean Bazaine de que, a través de su trabajo, los artistas expresan las profundidades de su alma, el artista afirma: "Si empecé a pintar, fue para descubrirme mejor a mí mismo". Menos atraído por el arte del Renacimiento, que hace hincapié en la belleza formal idealizada, Gaston Hélie aprecia el arte gótico (en particular su escultura), subrayando su poder de expresión, lo que no es de extrañar si recordamos hasta qué punto este arte era representativo de las creencias medievales en un mundo tangible donde todo era simplemente un símbolo de un mundo espiritual invisible. Sin embargo, son los grandes avances pictóricos del siglo XX los que forjaron sus convicciones artísticas: la revolución de Cézanne y el cubismo de Georges Braque en cuanto al tratamiento formal, el arte de Wassily Kandinsky en cuanto a su búsqueda de la espiritualidad, la obra íntima y poética de Roger Bissière que evolucionó hacia la no figuración en los años de la posguerra, la pintura de Nicolas de Staël que era a la vez figurativa y abstracta, la Abstracción Lírica de Olivier Debré que "materializaba" las emociones, y el Expresionismo Abstracto de Mark Rothko que expresaba sentimientos. La admiración de Gaston Hélie por estos artistas no hizo más que aumentar su determinación de desarrollar un estilo personal mediante una constante exploración, atenta tanto al mundo exterior como a la "necesidad interior del alma" preconizada por Wassily Kandinsky.
La subjetividad del artista está, por consiguiente, perfectamente situada para reproducir la esencia única de los paisajes evanescentes. El sutil juego de elementos pictóricos desentierra la parte enterrada de un mundo tangible que quiere ayudarnos a explorar. Gaston Hélie logra distanciarse perfectamente de la naturaleza gracias a un medio pictórico que esculpe volúmenes yuxtaponiendo formas entrelazadas, burlándose de las leyes de la perspectiva. Le encanta deconstruir formas a través del uso hábil de la geometría. La energía de sus composiciones reside tanto en la posición y la fuerza de la línea como en la disposición de los volúmenes de color y la distribución hábil de los efectos de luz y sombra. Atento a la armonía de los colores, a partir de 1985 el artista abandonó las brillantes mezclas de sus primeros años en favor de una paleta más clara de colores vibrantes y monocromáticos, y sustituyó gradualmente el cuchillo por el pincel para obtener efectos más sutiles y fluidos. Desde 2007, su estrechez se ha vuelto absoluta y sus paisajes metafóricos. Al igual que Mark Rothko, cuyos famosos paisajes icónicos están marcados por líneas horizontales y el juego de las tiras de color, Gaston Hélie transmite su visión del mundo tangible en magníficas composiciones onduladas, abrazando como una perla en un joyero el corazón mismo del tema que conmueve el alma del artista.
Esta visión renovada transpone en la pintura la armonía musical y poética que el pintor siempre ha buscado subconscientemente, pero que ha alcanzado en una fecha relativamente tardía. En el decenio de 1990, comprendió que lo que buscaba era "una especie de musicalidad en la pintura" y logró analizar la forma en que se componía la música para transponer sus reglas a su arte pictórico. "La verticalidad es la estabilidad. Sólo las curvas, espirales y curvas inversas sugieren movimiento", explica. Sin embargo, aunque para él la pintura "debe escucharse como una sonata o un cuarteto al que se une en una expresión artística más allá de las palabras e imágenes habituales", el artista va más allá en su enfoque y no se contenta con transponer el mero ritmo en sus piezas. Siguiendo el ejemplo de Friedrich Nietzsche, para quien la música expresaba "lo que es metafísico en el mundo físico" y, por tanto, se consideraba la forma de arte que mejor toca el alma humana, Gaston Hélie demuestra que es capaz de expresar su mundo espiritual interior en la pintura y de comunicarlo al observador. Fue esta búsqueda de la empatía la que se convirtió en última instancia e ineludiblemente en su centro, y encuentra su mejor expresión en su serie Variación 2014.
"Los pintores no hacen nada más que pintarse a sí mismos" liberando sus vibraciones emocionales en la esencia del mundo que trascienden. Gaston Hélie logra esto magistralmente en una especie de paz interior redescubierta. Sin embargo, su búsqueda no ha terminado, porque los pintores nunca saben hasta dónde pueden llegar. La fuerza de la línea y el color del tono siguen siendo las palabras clave para este extraordinario artista mientras continúa creando pinturas espirituales y "Hacer música en la pintura".
A lo largo de su dilatada carrera artística, Gastón Hélie siempre ha estado impulsado por un deseo de renovación que le ha llevado a una mayor libertad tanto en la interpretación de sus paisajes (tema favorito de su obra) como en su técnica pictórica. Los paisajes que presenta no están pintados in situ, sino que están directamente extraídos de su memoria. Son visiones poéticas reinventadas que expresan reminiscencias teñidas de las emociones del pintor. Su estilo se ha vuelto cada vez más descarnado y despejado a lo largo de los años, transmitiendo la espiritualidad del sujeto mucho más allá de su simple aspecto formal. En la obra de Gaston Hélie, que se encuentra a medio camino entre la figuración y la abstracción, las referencias a la naturaleza se han vuelto cada vez más tenues y el artista nos ha llevado poco a poco de lo material a lo inmaterial, del mundo natural al mundo metafísico, del universo tangible al universo espiritual.
Si el enfoque de Gaston Hélie no es repensar el arte, entonces su reflexión sobre lo que debe expresar es profunda y extremadamente interesante. Alimentado por el pensamiento filosófico de Aristóteles de que "la función del arte no es representar lo visible, sino hacerlo", y por la idea querida por Jean Bazaine de que, a través de su trabajo, los artistas expresan las profundidades de su alma, el artista afirma: "Si empecé a pintar, fue para descubrirme mejor a mí mismo". Menos atraído por el arte del Renacimiento, que hace hincapié en la belleza formal idealizada, Gaston Hélie aprecia el arte gótico (en particular su escultura), subrayando su poder de expresión, lo que no es de extrañar si recordamos hasta qué punto este arte era representativo de las creencias medievales en un mundo tangible donde todo era simplemente un símbolo de un mundo espiritual invisible. Sin embargo, son los grandes avances pictóricos del siglo XX los que forjaron sus convicciones artísticas: la revolución de Cézanne y el cubismo de Georges Braque en cuanto al tratamiento formal, el arte de Wassily Kandinsky en cuanto a su búsqueda de la espiritualidad, la obra íntima y poética de Roger Bissière que evolucionó hacia la no figuración en los años de la posguerra, la pintura de Nicolas de Staël que era a la vez figurativa y abstracta, la Abstracción Lírica de Olivier Debré que "materializaba" las emociones, y el Expresionismo Abstracto de Mark Rothko que expresaba sentimientos. La admiración de Gaston Hélie por estos artistas no hizo más que aumentar su determinación de desarrollar un estilo personal mediante una constante exploración, atenta tanto al mundo exterior como a la "necesidad interior del alma" preconizada por Wassily Kandinsky.
La subjetividad del artista está, por consiguiente, perfectamente situada para reproducir la esencia única de los paisajes evanescentes. El sutil juego de elementos pictóricos desentierra la parte enterrada de un mundo tangible que quiere ayudarnos a explorar. Gaston Hélie logra distanciarse perfectamente de la naturaleza gracias a un medio pictórico que esculpe volúmenes yuxtaponiendo formas entrelazadas, burlándose de las leyes de la perspectiva. Le encanta deconstruir formas a través del uso hábil de la geometría. La energía de sus composiciones reside tanto en la posición y la fuerza de la línea como en la disposición de los volúmenes de color y la distribución hábil de los efectos de luz y sombra. Atento a la armonía de los colores, a partir de 1985 el artista abandonó las brillantes mezclas de sus primeros años en favor de una paleta más clara de colores vibrantes y monocromáticos, y sustituyó gradualmente el cuchillo por el pincel para obtener efectos más sutiles y fluidos. Desde 2007, su estrechez se ha vuelto absoluta y sus paisajes metafóricos. Al igual que Mark Rothko, cuyos famosos paisajes icónicos están marcados por líneas horizontales y el juego de las tiras de color, Gaston Hélie transmite su visión del mundo tangible en magníficas composiciones onduladas, abrazando como una perla en un joyero el corazón mismo del tema que conmueve el alma del artista.
Esta visión renovada transpone en la pintura la armonía musical y poética que el pintor siempre ha buscado subconscientemente, pero que ha alcanzado en una fecha relativamente tardía. En el decenio de 1990, comprendió que lo que buscaba era "una especie de musicalidad en la pintura" y logró analizar la forma en que se componía la música para transponer sus reglas a su arte pictórico. "La verticalidad es la estabilidad. Sólo las curvas, espirales y curvas inversas sugieren movimiento", explica. Sin embargo, aunque para él la pintura "debe escucharse como una sonata o un cuarteto al que se une en una expresión artística más allá de las palabras e imágenes habituales", el artista va más allá en su enfoque y no se contenta con transponer el mero ritmo en sus piezas. Siguiendo el ejemplo de Friedrich Nietzsche, para quien la música expresaba "lo que es metafísico en el mundo físico" y, por tanto, se consideraba la forma de arte que mejor toca el alma humana, Gaston Hélie demuestra que es capaz de expresar su mundo espiritual interior en la pintura y de comunicarlo al observador. Fue esta búsqueda de la empatía la que se convirtió en última instancia e ineludiblemente en su centro, y encuentra su mejor expresión en su serie Variación 2014.
"Los pintores no hacen nada más que pintarse a sí mismos" liberando sus vibraciones emocionales en la esencia del mundo que trascienden. Gaston Hélie logra esto magistralmente en una especie de paz interior redescubierta. Sin embargo, su búsqueda no ha terminado, porque los pintores nunca saben hasta dónde pueden llegar. La fuerza de la línea y el color del tono siguen siendo las palabras clave para este extraordinario artista mientras continúa creando pinturas espirituales y "Hacer música en la pintura".
Francine Bunel-Malras, Historiadora de Arte